lunes, 14 de diciembre de 2020

El 2020 un año surrealista

     Una mañana me desperté. Era un día normal como cualquier otro, un martes cualquiera.

Estábamos los cuatro en casa, Emma estaba online con los exámenes finales de la Universidad.


Miguel estaba ya de vacaciones.


Me fui a tomar un café al bar y al gimnasio, después de comer sonó el teléfono era mi padre dándome la noticia que había fallecido mi madre, me quedé helada.


Los siguientes meses fueron duros para mi papá, una persona muy cauta, le llamaba hasta tres veces al día. A finales de Septiembre, sintió un hormiguero en el brazo y perdió el equilibrio, días después fue ingresado en el hospital, había tenido un ictus.


Después del ictus, cuando nos enteramos que tenía covid, y el panorama se nublaba, se me cerró la garganta, sabía que era difícil el cuadro.  A los dos días mi papá se fue para cuidar a mi mamá, no sabía estar sin ella. Murieron con sólo tres meses de diferencia.


Cuando vivían los dos, yo llamaba diario a casa, sobretodo hablaba con mi mamá, que siempre quería saber todos los detalles de la vida de sus nietos y de su hija, siempre me hacía reír y me daba una importancia absoluta, que me daba un empuje para dar la mejor versión de mi.  Al irse ellos, y mis hijos a la universidad también acababa mi matrimonio de 23 años. 

Mi realidad era otra, me sentía como en el cuerpo de otra persona.  Me encanta disfrutar de la vida y aprovechar cada día, pero a pesar de contar con unos amigos y familiares estupendos, me siento pérdida, al tener que continuar mi camino sin contar con mis padres, ni con la complejidad de una pareja.   La vida son ciclos y etapas, reflexionó mucho sobre mi vida, antes de la universidad, de la maestría y lo mucho que he sembrado en Bilbao.


Me considero  una ciudadana del mundo, he visitado 35 países y vívido en cinco de ellos, Estados Unidos (3 años), Francia (1 año), Bolivia (3 meses), México (23 años) y en España (17 años).


El año que viví en México después de la universidad en Estados Unidos también fue de transición, encontré un trabajo en el Banco que me ayudó a pagar mi deuda universitaria.


En una revista encontré un anuncio para estudiar un MBA en Francia y seguir formándome, ese pequeño recorte me cambió la vida completamente.


Bilbao es una ciudad pequeña que junto al mar y la montaña ofrece una gran calidad de vida y me hace muy feliz.  Pienso mucho en mis hobbies y en lo que me gusta y el tiempo dirá si mi destino es quedarme aquí o mi aventura tiene un nuevo sitio por descubrir.   Los años hacen que reflexioné mas sobre cada paso sin tomar riesgos como antaño.


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